domingo, 26 de enero de 2014

Este amor es azul como el mar azul.


Vamos a ver, mamonazos.

En este preciso momento, mi anterior entrada tiene 164 visitas. Un número bonito, ¿no? Así. Redondo. O algo. Bien.

¿Cuántos comentarios?

DOS.

Uno de ellos MÍO.

¡¡!!¿¿?!"!·1!!¡




Ni Zac Efron os entiende.

VAMOS A VER.

Un poquito de feedback o algo, ¿no? ¿Eh? ¿EH? Que me dejo yo aquí los cuernos guardando gifs absurdos en marcadores y luego intentando hilar la cosa para que pegue meterlos en algún lado (o metiéndolos sin que vengan a cuento, la verdad, pero es un trabajo igualmente) y lo más que consigo es un favorito aleatorio en el tweet en el que digo que hay una nueva loncha. Cojones. Dejadme un "ola me a gustao"* o un "Menuda puta mierda" o yo qué sé, pero dad señales de vida. Que me alienáis, coño, me alienáis.

Yo, ALIENada.

Joder, me obligáis a hacer cada chiste que vamos...

"Pero si nosotros..."

¡No me cambiéis de tema, malandrines! ¡A callar!

Diva, reina, diosa, cosa bonita.

Hablando de aliens, quiero presentaros a mi novio: Se llama Garrus, es un turian y ha estudiado cómo mantener relaciones para que sean satisfactorias para los dos (anda, mira, algo de lo que los machos humanos podrían aprender).

Hey, babe, wanna calibrate?


Bueno, en resumen, que comentéis, me cago en la hostia ya, que yo escribo estas mierdas porque quiero atención y veneración. Obviamente.

En fin, tras este mensaje de nuestros patrocinadores (mi ovario izquierdo y mi ovario derecho) paso a presentaros uno de los mejores vestidos que he comprado jamás y que junto al traje de mi Garrus y algo que  veréis más adelante, explica el título de esta entrada.

El vestido tiburón.

Ahí está, el tiburón. Se la llevó, el tiburón, el tiburón ~ 

Ah, la objetificación de la mujer en los videoclips...

Si alguno de los presentes está interesado en comentar que mi vestido no es un tiburón porque no tiene ojos ni aletas o cosas así, le invito amablemente a observar estas viñetas:

Si os hace ilusión comeros una polla, cambiadlo por algo que os dé asco. A vuestra imaginación lo dejo.


"¡Pero tenemos derecho a expresar nuestra opinión!"

No. No tenéis.

El caso, esta maravilla del diseño textil me la he comprado en Romwe (¿necesitáis un link, vagos de mierda? Venga, nada, mami os lo da todo masticadito: aquí está), una tienda que cuando tiene rebajas deja de ser CARA DE COJONES para pasar a ser aceptable o incluso ¡barata! Si no recuerdo mal, me costó unas 10 libras (¿Otro link para saber cuánto es en euros? Sí, y tu culo un futbolín), pero me gusta pensar que no me costó nada, porque lo compré con dinero que iba a usar para el regalo de Navidad del Capullo de mi Ex™. Ahora tengo un vestido magnífico y estoy fuera de una relación tóxica. ¡2x1!




Hablando de regalos, os voy a dar un truco que os va a facilitar mucho la vida. Sé que a todos os pasa que un día os levantáis con unas ganas irrefrenables de hacerme un regalo. Lo entiendo, soy genial y merezco todo lo bueno que el dinero pueda comprar (y lo que no pueda, también). Pero claro, el problema es, ¿qué regalarme? Pues os lo voy a decir:

Merchandising de Doraemon.

Es probable que, inocentes, inconscientes, jóvenes que sois, estéis ahora mismo intentando encontrar una razón lógica por la cual me gusta el merchandising de Doraemon, así que os voy a ahorrar el terrible esfuerzo mental y os voy a decir que no tengo ni puta idea.

Julian Rhind-Tutt puede hacerme la cera y luego si eso puede hacerme MUJER.

A ver, os explico: A mí Doraemon, como serie, me da un poco igual. Y como concepto, como personaje, como todo. No soy una gran fan ni nada. Nobita me cae como el culo y Doraemon a veces está muy alelado. Pero por alguna razón, no sé si simplemente porque sí o por la combinación de colores que suelen usar o por algún trauma infantil que ojalá nunca descubramos en qué consiste, daría todos mis pintauñas e incluso mi rizador de pestañas por tener un mogollón de cosas Doraemon-themed. Es que no os podéis hacer una idea de la ilusión enfermiza que me hace. No lo podéis imaginar. En serio.

"Pero, Rebeca, ¿estás de coña?"


No.

No lo estoy.
Y porque no tengo aquí mi bonobús, pero tiene pegada una pegatina gigante de todos los personajes montados en un dragón. La belleza.

Los pendientes me llegaron hace nada y, en fin, si vosotros creéis que habéis gastado 2 libras en algo mejor en toda vuestra vida, contádmelo, que probablemente no os dé la razón. Cuándo le he dado yo la razón a alguien en algo, vamos. Ja. Seamos realistas.

Ay, algún día haré un
outfit inspirado en Doraemon y bueno, mi vida después de eso no tendrá sentido pero me conozco y sé que me dará bastante igual. Quién quiere sentido cuando tienes un vestido con la cara de Doraemon.

Bueno, otro par de pendientes que me ha llegado hace poco es este:


Accesorio: Pendientes largos. +4 en elegancia con pelo corto.

He dicho par y os he enseñado solo uno para dejar algo a la imaginación. Nah, era por no hacer otra foto (porque sí, lo de sacar las fotos de mi propio Instagram va para algo), habéis visto la ropa que me pongo, sabéis que me importa muy poco no dejar nada a la imaginación, porque, francamente, estoy más buena de lo que os podríais imaginar.


Beyoncé intentando infructuosamente ser yo.

En fin, en la próxima loncha quizás os hable de mi camiseta mágica que me hace tetas enormes, de las medias del Primark o yo qué sé, igual me voy a lo típico y os hablo de que madrugar es horrible y de que me da mucha pereza salir a comprar. Seamos sinceros, puede ser cualquier mierda, esto se suponía que iba de moda y la mitad de las veces me he pasado esa premisa por el forro.

Bueno, os dejo que tengo hambre.


Hambre de hombre.

Saluditos.


*Al que tenga los cojonazos de comentar "ola me a gustao" le arranco los genitales y los uso como base para una corona de flores. No preguntéis cómo porque no lo queréis saber.


domingo, 19 de enero de 2014

Mancuniano niano naaaa.

¡Churumbeleeeeeeeh! ¡Olvidad que dije que escribiría asiduamente pero sin embargo ha pasado como un siglo desde la última loncha porque estoy en Mánchester!


Yo entrando por la puerta de mi casa.

Bueno, siendo honesta, mientras escribo esto estoy en Sevilla en bragas frente al ordenador, pero es que prefería ir empezando ya la loncha porque si no luego me iba a dar mucha pereza, además en cuanto llegue a Mánchester voy a estar muy liada dando vueltas, comprando avíos y buscando cosas en general.


Un poné.

Pero bueno, hagamos un poquito de suspension of disbelief e imaginémonos a Rebeca en su casa de Mánchester escribiendo estas palabras. Total, cuando publique esto ya estaré allí.

Había pensado relataros mi aventura Erasmus en el blog como hace todo santo cristo.



La Biblia, mi aventura Erasmus en la Tierra. 

Pero siendo sinceros, sé que os la suda cosa bárbara dónde me haya pillado el piso, cómo haya sido el vuelo y cuánta ilusión me haga estar aquí y mis ganas de aprender un montón de esta experiencia, mejorar y cambiar como persona y comerme el mundo y esas grandes mierdas.

Todos sabemos que yo vengo aquí a comer hombres.


Porfaplis.

Además, contaros "curiosidades" sobre el país en cuestión y lo problemática que es la burocracia es lo que hacen todos los blogs Erasmus que he visto en mi dulce vida (lo cual tiene su utilidad si te interesan cosas como, no sé, leer el periódico, o que te caguen en el pecho como práctica sexual), así que intentaré salirme un poco de lo habitual.

"Ah, ¿sí? ¿Cómo? ¿Vas a colgar interesantísimas fotos tuyas cocinando pasta a las 4 de la mañana?"





Efec-fucking-tivamente.

Y también de la mierda y las telarañas que tiene la entradita, de la ventana de abajo (porque me lo han pedido) y, yo qué sé, os contaré las gilipolleces que me pasen, pero solo las medianamente graciosas, no lo interesantes que fueron las charlas de la Orientation Week ni a cuánto está el kilo papas (tema que me tiene en vilo porque yo sin patatas no vivo).

Y...
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Malcolm Tucker quiéreme como yo te quiero. Fuerte.

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Bienvenidos, soy la Rebeca que lleva varios meses en Mánchester, je je je...

Antes que nada, le mando una caricia en la cabeza a la Rebeca del pasado y un "No sabes lo que dices, criatura de dios, NO SABES".
Ahora, sí, ha mucho tiempo desde la última loncha, no me odiéis, es que he estado muy ocupada yendo a clase y a societies y no haciendo nada.


Indeed.

Os contaría cosas graciosas pero no me ha pasado nada gracioso aparte de morderle el brazo a hombres que acabo de conocer o ser acosada en las calles por diversos grupos religiosos, si es que eso es gracioso.


No, no lo es.
En fin, aquí la gente reconoce mi camiseta de The Mighty Boosh, los asientos de la universidad son blanditos y no hay enchufes en los cuartos de baño. Podría contaros cosas más importantes sobre mi vida pero no es el momento de ponernos trágicos con máscaras y togas incluidas (si algún día hago una entrada sobre ello, recordadme que ponga un link aquí. Pero recordádmelo, ¿eh? Que os conozco), así que me callo y procedo a usar esta tontería para lo que inicialmente fue creada: Enseñaros lo hortera que soy.

Las tiendas de Oxfam y las tiendas online sin gastos de envío van a acabar con mi economía y mi salud, pero a quién le importa. A vosotros no, desde luego, que solo queréis posts y más posts. Que me tenéis esclavizada. ESCLAVIZADA.

En fin. A lo largo de estos meses, he acumulado ciertas prendas de incalculable valor hortera (el valor en dinero sí es calculable, claro, es el precio que pagué, tontainas). Y voy a proceder a presentaros alguna de ellas. Lamentablemente, no me he traído la cámara, así que tendréis que confiar en la calidad de mi webcam y de mi móvil. Pero vamos, teniendo en cuenta la mierda de fotos que hacía con la cámara, tampoco es una gran pérdida, eh.

Con todos vosotros, la camisa-que-debería-ser-vestido-pero-si-la-uso-como-vestido-se-me-ve-TODO-el-culo-y-yo-visto-muy-putona-pero-es-que-voy-a-acabar-cogiendo-frío, aka Si muero sola y con gatos lo hago con orgullo.


A hundred mothafuckas can't tell me NOTHING

Está mal que yo lo diga (me la suda) pero estoy tan tremendamente  mona que podría poner una bomba en el centro de la ciudad, llevarme por delante a trece personas y malherir a cuarenta y cinco y me perdonarían en cuanto me mordiera el labio y dijera que lo siento.


Gracias, miarma.

Ese vestido/camisa es solo una de los cientos de compras baratas, impulsivas y terapéuticas que he hecho últimamente. Me tienen que llegar unos pendientes de pluma de pavo real, uno de un dragón que como que se te enrolla en la oreja (yo me entiendo), coronas de flores y una especie de cierre de cremallera de teletienda para intentar arreglar mis Dr Martens.

Así es como lucho contra la soledad. No me juzguéis.



Yo.

"¡ESPERA!"

Diréis, preocupados.

"¿Qué le ha pasado a tus botas, las estrellas de oh, tantas fotos, y elemento básico de oh, tantos outfits?"

Pues qué les va a pasar, que me las pongo hasta para lavarme los dientes y ya no podían seguir con ese nivel de trabajo y la cremallera de una de ellas se dio a la bebida y una cosa llevó a la otra y la policía lo ha declarado suicidio. R.I.P.


Hello, darkness, my old friend ~ 

Sí, sí, muy duro todo. Pero no os penséis que ahora no tengo Dr. Martens que ponerme. Aprovechando que tenían rebajas y que si me hago un corte en el dedo me sale capitalismo en vez de sangre, me he comprado otro par. Un par de Dr. Martens doradas. ¿Por qué?

Pues por eso.

Que a estas alturas me hagáis estas preguntas, tiene delito, ¿eh?

Aunque "Dr. Martens doradas" es básicamente todo lo que tenéis que saber, porque es una cosa bastante sencilla de entender e imaginar (digo yo que pa' tanto daréis), os voy a poner una foto, pero no me voy a esforzar mucho y la voy a sacar de mi Instagram. ¿Qué pasa? Cuando alguien me pague por hacer todo esto, igual hasta muevo un dedo.

Haga clic para tener una experiencia audiovisual completa.
Como alguien comente "Stay gold, Ponyboy!", le saco los ojos y me los como. Así, eh. Yo no me ando con chiquitas.

Y bueno, qué deciros, podría enseñaros lo que me compré en la Vintage Kilo Sale a la que fui, que es un lugar muy peligroso donde, como su nombre indica, te venden ropa vintage al kilo.  


Compradores preparándose para entrar en el recinto donde se lleva a cabo la Kilo Sale.

Básicamente, es un sitio grande lleno de cajas enormes donde mucha gente mete el brazo y, con suerte, lo que saca no es otra extremidad que alguien ha perdido en el fervor de la batalla.

Si sobrevives, puedes salir de ahí con, por ejemplo, tres faldas y un jersey por 15 libras, como hice yo. Pero no quiero que nos centremos en que ahora se me considera una veterana de guerra y que esta pierna es un prostético, porque de la Vintage Kilo Sale ya hablaré próximamente, que en febrero hay otra y voy a volver.

Así que bueno, voy a dejar esto por hoy. Sí, la verdad es que no os he enseñado una mierda ni os he contado nada, pero la intención es lo que cuenta.




¡AY! Casi se me olvida. Voy a hacerme autopromoción yo misma a mí misma en mi total autonomía. Si os interesa ver mi lado suavecito y blando... ¡No, mis tetas no! Me refiero a sentimental y eso. Claro que sé que os interesa verme las tetas. ¡A quién no! Pero no es eso, no. Me refiero a los poemas que escribo. Sí, yo, sentimientos, escribir.





Joder, que no soy una sociópata, claro que siento cosas. Me cago en todo. Aquí tenéis las mierdas que escribo, ea: http://whatthecrowsknow.tumblr.com/ Si os gustan pues bien, si no pues hala, no volváis a entrar. A mí qué me contáis. Tampoco me pagan por eso.

Pues eso, pues nada, ya escribiré alguna otra cosa pronto. Quizás. Venga.